Las tetas en el embarazo

Voy a decir un secreto, las tetas que hasta hoy habían sido para mostrar, levantar, operar, ser chupadas, tocadas y seducidas por otros, eran para otra cosa. Sí, para amamantar. Y para amamantar, mujeres, las tetas tienen que ser nuestras, las tenemos que conocer, mirar, tocar, como lo que son: la nueva placenta que nos une a nuestro hijo. La parte del cuerpo que él más amará, pedirá, olerá, mirará y sonreirá. Si no te percataste de que tenés tetas, como la mayoría de nosotras, en el embarazo llega la hora de reconocerlas, seductoras, como diciendo “ven a mí, tengo mucho combustible para proteger a la especie. Vas a poder reproducir tu ADN conmigo”. La muestra de que las mujeres somos brujas, bien brujas. Porque producimos un líquido sagrado y sexual al mismo tiempo, que tiene embelesados a todos los críos. Y que nos hace estar poderosamente conectadas con nuestro poder. Al final también penetramos y eyaculamos. Tenemos todos los placeres. Aunque eso del placer tarde un poco en llegar (a veces bastante).

La panza crece y las tetas también. La areola se oscurece, para que el bebé pueda reptar inmediatamente luego de su nacimiento (antes del alumbramiento de la placenta) y la reconozca enseguida. Embarazadas, mostramos la panza sin pudor, pero no aún las tetas, porque parecen seguir siendo parte del acto sexual con el varón. Pero pronto pasarán a ser del acto sexual con el niño o niña, ya que la lactancia está intervenida por reacciones hormonales muy similares al coito, y es parte del ciclo sexual de la mujer.

Llama la atención la desconexión profunda que tenemos con nuestros cuerpos, la mayoría de nosotras no nos hemos tocado las tetas antes de la lactancia. Las advertimos por el espejo, las hemos sentido mientras nos las han acariciado o besado, pero nosotras no las conocemos, porque poco nos conocemos a nosotras. Existe una gran desvalorización del cuerpo real (el único capaz de gestar y alimentar una cría), para la ciencia somos cuerpos imperfectos, mortales, desarreglados, bombas de tiempo, potenciales cánceres y deterioro. Para la industria somos cuerpos blandos, desfigurados, necesitados de Photoshop y cirugía. Para las corrientes espirituales somos lo que usa al cuerpo para esta tarea terrestre, cuerpos meros vehículos o recipientes. Las niñas queremos ser princesas, los niños guerreros. Las adolescentes queremos ser estrellas de rock talladas y desafiantes. Las jóvenes queremos mostrar la bikini y ser la fuente de grandes comentarios. Las madres recientes queremos que la vagina se estreche y las estrías no se noten. Las mujeres queremos evitar las arrugas y rogamos que la batería de estudios que se agrega cada año (ya no son solamente el Papanicolaou y la colposcopía) salgan bien. Las ancianas no sabemos si saldremos de la guardia médica cada vez que entramos… y estos casos solo por dar ejemplos. ¿Culpamos a los médicos, a Disney y a la publicidad entonces? No es necesario. Pensemos en nosotras, en reírnos de estas situaciones y tomar un poco de realidad que nos hace falta. Realidad es darnos cuenta de cuán parciales somos. Cuánto nos cuesta ampliar la mirada.

Las tetas son nuestras, y ahora, embarazadas, están sensibles, infladas, brillosas, oscuras porque las compartiremos con nuestros hijos. Si nunca las tocamos, olimos, quisimos, es el mejor momento de investigarlas. Luego de las 32 semanas les enseño a las embarazadas la maniobra de extracción de leche. Muchas veces ya sale calostro, y es hermoso poder conectarse con la lactancia antes del parto. El parto ocupa toda la experiencia y expectativa psíquica de una primeriza, pero es apenas el principio. Después llega el niño a gestarse a los brazos, a succionar de nuestro cuerpo y es el momento de acompañarlos nosotros a ellos, en su ritmo y su tiempo. Eso implica contacto absoluto e ilimitado con el pecho materno, igual que todos los mamíferos.

Si hacemos la maniobra de extracción y sale calostro, aprovechemos ese fluido antibacterial y proteico para encremar nuestros pezones y areolas. No existe crema en el mundo capaz de replicar sus propiedades. Son tus fluidos y, lejos de ser asquerosos, tienen beneficios que han hecho sobrevivir a nuestra especie. Hay explicaciones para la falta de contacto que tenemos con nuestros cuerpos, y los beneficios que eso trae a nuestros sistemas político y económico actual. La revolución la podemos hacer cada una desde nuestras casas, animándonos un poco más a bañarnos en “realidad”. Realidad es que este es el cuerpo que tenemos. Realidad es que no podemos ser algo diferente a lo que somos en este momento. Realidad es que nuestro cuerpo es perfecto para nosotras y para nuestros hijos. Realidad es que nos duele. Realidad es realidad.