La importancia de las primeras horas de vida. ¿Qué necesitan mamá y bebé?

La mayoría de los mamíferos no reconocen a sus hijos como propios si se separa la cría al nacer y se la devuelve a la madre luego de las primeras dos horas de vida. La cría humana, como todo mamífero, nace preparada para conectar con su madre inmediatamente después del nacimiento. Podemos ver en videos en Internet que un bebé recién nacido repta desde la panza de la mamá hasta el pecho materno y se prende. Su biología sabe que la continuación del parto es la primera prendida a la teta, ya que así la mamá y él producen cada vez más oxitocina (llamada la hormona del amor) y de esta manera se sienten unidos, perteneciéndose, a medida que la oxitocina contrae el útero de la mamá para que alumbre la placenta y se detengan las hemorragias.

Con solo pensar que el bebé pasó nueve meses a upa, escuchando todos los sonidos de su madre, reconociendo su olor y su ritmo cardíaco, podemos inferir lo importante que es un buen recibimiento, y eso significa tiempo dedicado a conocerse. Muchas veces les pregunto a las mamás si ya desnudaron a sus hijos, si los tocaron en su totalidad, si les ofrecieron el cuerpo, el pecho materno, la voz suave del papá… y muchas veces me responden que se morían de ganas, pero no se animaban. Hoy en día muchos profesionales le dan importancia a este primer momento, en el cual el bebé está alerta y con los ojos abiertos, muchos doctores y enfermeras proponen a la mamá dar el pecho en la sala de partos y dejan que el padre hable y toque al bebé mientras le hacen los controles. Estos pequeños cambios significan un regalo para toda la vida en el niño. Luego de este periodo de alerta, el bebé se duerme y entra en horas de letargo donde se adapta al mundo, descansa y procesa todas las nuevas sensaciones.

Todos los cachorros mamíferos pasan sus días intentado meterse de nuevo en los pliegues del cuerpo materno. Se escabullen, se trepan, se repliegan, se achican, se retuercen. Necesitan pertenecer. Porque son una extensión del cuerpo de sus madres y se alimentan de él, en todo sentido.

En uno de los experimentos del psicólogo Harry Harlow, se arrancó de su madre a una mona recién nacida para que compartiera sus primeras semanas de vida entre un robot –parecido a una mona de verdad de la que podía extraerse leche– y otro robot similar, pero con piel suave de lanilla que abrigaba del frío. La cría solo dejaba a este último el tiempo justo para alimentarse con el otro robot y volver a buscar enseguida el contacto de la madre de lanilla, que no la alimentaba, pero con quien había hecho el apego. Entonces, como parte de la experiencia, introdujeron en el habitáculo del mono un supuesto agresor (también robot) para ver cómo actúa. Instantáneamente la mona se trepó a su madre de lanilla. Esto demostró que lo natural es que el mamífero genere apego al cuerpo de su madre, es su necesidad primaria. Antes que cualquier forma de alimento, la primera necesidad es el contacto físico prolongado, como la primera forma de comunicación. La teta es primordial en tanto la analizamos dentro del cuerpo materno promoviendo todas las experiencias sensoriales que crearán la seguridad en el niño. No debemos reducir la lactancia a un mero hecho alimenticio, ya que no estaríamos haciendo foco en la principal necesidad de todo ser humano, el cuerpo de quien lo ama.

Fragmento del libro “Dar la teta” de Violeta Vazquez.